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Papel reciclado

Adolescencia

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Lic. Silvia Aragón a sus once años de edad, en la comunidad de Loracachi.

Mi padre siempre buscaba nuestro bienestar y nos quería dar lo mejor del mundo a mí y a mis hermanos, por ello, la educación fue una de las mejores herencias que él nos pudo dejar. Al cumplir mis once años de edad, tuve que dejar mi comunidad para poder estudiar la secundaria en un internado de Quito, lo cual, era un privilegio, ya que, no todos mis amigos tuvieron esa oportunidad al no poder sus padres pagar sus estudios.

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Cuando empecé a estudiar en el internado, era notorio que la mayor parte de los docentes como estudiantes eran mestizos y que yo ya no podría hablar e interactuar con alguien en mi idioma. Por ello, siempre esperaba las vacaciones con ansias porque podía visitar mi comunidad y pasar con mi familia antes de empezar nuevamente mis clases en Quito. 

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Hay muchas personas que salen de las comunidades por dos, tres o cuatro meses o incluso años para trabajar en las ciudades y ya no utilizan su primera lengua, por lo que, al regresar a sus lugares de origen siempre dicen que se olvidaron de la lengua ancestral y eso es una mentira, porque cuando una persona aprende algo, nunca se olvida. Un ejemplo claro, es mi experiencia, a pesar de que yo no la utilice durante mucho tiempo, nunca la olvide, porque la lengua y nuestras raíces es algo innegable que siempre estará presente en nuestra sangre y corazón.

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